jueves, 22 de marzo de 2007

El multiverso

Dicen que si dices una palabra muchas veces seguidas acaba por perder el significado. Como si tu cerebro dejara de relacionarlas con su concepto y comenzara a oír únicamente un puñado de sílabas. A mí me ocurre algo parecido con mi cara. Cuando me veo en un espejo me analizo de tal forma que parece que esté hablando mentalmente con mi reflejo. Le digo: "chico, dónde has ido a parar".

Mi antigua novia decía que yo lo analizaba todo. Quizá tenía razón. Quizá demasiado. ¿Pero existe un límite cuando se trata de descubrir la verdad? Todo lo que nos rodea esconde más de un significado. Es como las capas de una cebolla. La mayoría de la gente se queda en la más externa, que es, generalmente, la que se nos pretende inculcar concienzudamente o como parte de la aborrecible reacción en cadena de la costumbre y la tradición. También suele ser la capa más placentera y, en este maldito mundo en el que vivimos, a la mayoría de la gente sólo le interesa sentirse a gusto.

Tomemos como ejemplo la religión. La apabullante mayoría de la población española forma parte del cristianismo católico por ninguna razón en particular: simplemente son bautizados de niños por tradición, como si fuera algo normal y corriente. Más tarde les ponen un vestido de marinerito y hacen la primera comunión con la esperanza de que alguna tía segunda que no conocían de nada les regalará una videoconsola de última generación. Al crecer, a la mayoría no le importa pertenecer a ese colectivo que, al fin y al cabo, transmite buenos valores como el amor, la tolerancia y el perdón. Puede que se sientan orgullosos de ser cristianos, aunque no hayan pisado una iglesia desde la comunión. Puede que incluso se lleguen a creer toda esa historia de Dios y las aventuras de Cristo y sus amigos. Hasta aquí es hasta donde la mayoría de la gente suele llegar cuando piensa en ello.

Ahora bien, cuando a uno le hablan del amor, la tolerancia y el perdón de la Iglesia no puede más que echar la mirada atrás en la historia y recordar lo bien que predicaba estos buenos valores el filo de las espadas de los benditos cruzados en Tierra Santa. Seguramente, desde el retorcido punto de vista del Dios cristiano, la muerte era lo mejor que podían esperar aquellos pobres musulmanes. El mejor perdón. Echad un ojo a todo ese léxico valorativo. La Iglesia se lo trabaja mucho.

Lo mejor y más bonito de todo esto es que casi un milenio después hay gente que se siente orgullosa de pertenecer a una sociedad ideológica internacional que en el pasado acabó con la vida de miles y miles de personas que, en aquella época, representaban el avance de la ciencia en el mundo. La ciencia que hoy en día todo el mundo considera obvia e intrínseca a su vida y a la de los demás. Intrínseca al mundo. Vaya, fíjate qué es lo que hacía la gente por aquel entonces con las personas que analizaban el mundo. Es como para asustarse, ¿verdad? A mí me asusta. Pero resulta que prácticamente toda nuestra sociedad respalda el nombre de la entidad que llevó a cabo toda esa masacre cultural.

Antes he hablado del léxico valorativo. ¿Sabéis lo que es? Seguro que los aspirantes a realizar la prueba de selectividad lo saben. Son palabras que vomitan ambigüedad y que dependen en gran parte de la opinión del emisor y del contexto. Amor, tolerancia, perdón. ¿Qué es el amor para un sadomasoquista? ¿Qué es la tolerancia para un judío? ¿Qué es el perdón para un condenado a muerte? Nadie en sus cabales puede definir el amor y creer que es la respuesta única y definitiva para uno de los más tristes enigmas de la humanidad. Ni siquiera un médico. Ni siquiera un sacerdote.

La Iglesia no sólo mató a todos aquellos musulmanes. También ha hecho estragos a lo largo de su existencia con la Inquisición, que quemaba por igual libros y mujeres; pero no es el único calvario moral del ser humano. Tan ideológicamente mortal como la religión es el nacionalismo. Ha acabado con la vida de miles de millones de personas de la misma forma y por cuestiones aún más egoístas. Pero no son pocos los hogares en cuyas paredes cuelga la bandera del país, y no son pocos los jóvenes que corean el himno de la nación cuando lo oyen. Tal y como lo hacía la Alemania nazi. Y, sin embargo, ellos lo hacen de buen grado, convencidos de tener el deber de estar orgullosos de lo que sus antepasados le hicieron al mundo.

No obstante, estos ejemplos apelan a fenómenos sociales, a problemas del ser humano causados por el propio ser humano. Son pasto de la sociología, no de la filosofía. Seamos filósofos. Analicemos algo todavía más aterrador. ¿Os atrevéis? ¿Os atreveréis a cuestionar el principio mismo del universo? ¿Su estructura? ¿Nuestro lugar en ella? Alguien dijo una vez: "Sapere aude". Los chicos de la selectividad estarán contentos con el texto de hoy. Es griego, y significa: "Atrévete a pensar". Pero hacerlo no es escoger el camino de la felicidad. Es escoger el camino de la ambición. Y la ambición siempre termina en tragedia. Yo lo sé. Pero no soy de los que juegan el modo fácil de un videojuego nuevo.

El tiempo y el espacio. Los auténticos mandamientos de Dios. ¿Cómo analizar el tiempo y el espacio? La humanidad nunca ha sido capaz de ello. La ciencia ha establecido ciertas directrices mediante las cuales medirlos -dando a luz así a la Física- pero no ha podido analizarlos conceptualmente. El espacio es la falta de volumen y el tiempo es la sucesión de los ahoras. La mayoría de la gente tiene bastante con esta definición. Es rápida y eficaz, a la par que súmamente sencilla. Pero hay algo que no cuadra en ella. ¿A que no adivináis de qué se trata?

Se trata de la infinitud. Para la mente humana, esta palabra es como un hombre muy gordo tratando de tirarse por el tobogán de agua infantil. ¿Cómo se puede medir algo infinito en su totalidad? No se puede, precisamente por su condición de infinito. Y no es sólo que no tiene fin, sino que tampoco tiene principio. Cuando mides el espacio siempre estás escogiendo un segmento de todo el Espacio. Algunos podrían decir que el Espacio no es infinito. Entonces, ¿qué hay fuera de él? ¿Y fuera de lo que haya fuera de él? ¿Y fuera de eso otro? Nuestro cerebro siempre nos pide un fuera y un dentro. No podemos concebir un Espacio infinito, porque se contradice con todo lo que conocemos. Es por esto que fuera siempre queda el factor Dios. Para los cristianos, lo que hay "fuera" del universo -refiriéndome a "fuera de lo perteneciente a este universo"- es Dios, que lo creó. ¿Y dónde estaba Dios entonces? ¿Dentro? No pudo estar dentro cuando no existía. Tuvo que estar fuera. ¿Y quién había creado entonces a Dios y a ese fuera? ¿Otro Dios? ¿Y ese otro Diós dónde estaba? Y así, la cadena podría extenderse eternamente. Se mire por donde se mire, sólo podemos pensar en el Espacio como algo infinito, aunque choque con nuestra lógica, y ésto es algo que la ciencia sabe desde hace ya mucho tiempo.

Ahora empieza la diversión. En un universo infinito, existen infinitas probabilidades de que exista vida inteligente fuera del planeta Tierra. De hecho, existen infinitas probabilidades de que exista un número infinito de razas infinitamente más inteligentes que el ser humano. Más interesante aún: existen infinitas probabilidades de que exista un número infinito de planetas Tierra, exactamente iguales al nuestro. Existen infinitas probabilidades de que un número infinito de personas llamadas como yo estén ahora mismo escribiendo un artículo en una ciudad llamada igual a la mía y en un país igual al mío, dentro de un planeta Tierra exactamente igual a este... que a su vez esté dentro de una Vía Láctea como la nuestra, que a su vez esté dentro de un universo como el nuestro. Ah, ¿pero hablaba acerca de lo que hay fuera de este universo? No, no lo estaba haciendo.

Universos dentro de un mismo universo, como una infinidad de muñecas rusas que nunca llegan a ser suficientemente pequeñas como para que no quepa un universo más dentro, ni suficientemente grandes como para que no quepa uno más fuera. Porque la cadena no tiene fin, pero tampoco principio. Si, además, añadimos a la ecuación el factor tiempo, el asunto se vuelve todavía más divertido. El tiempo es lo único que, en conjugación con nuestra supuesta posición espacial, hace lejanas a las cosas distantes. Los espacios lejanos son los que precisan de más tiempo para ser alcanzados. No obstante, si tenemos en cuenta que se puede decir del tiempo lo mismo que he dicho sobre el espacio en cuanto a su infinitud y multiplicidad de realidades -ésto es más difícil de imaginar, pero evidente si establecemos el paralelismo con las características del espacio-, entonces tenemos que existen infinitas probabilidades de que esté escribiendo un artículo ahora mismo y aquí mismo. El resultado ha sido obvio y aburrido, ¿verdad? Lo interesante es que existen el mismo número infinito de probabilidades de que yo esté jugando a las cartas ahora mismo y aquí mismo. O saltando, o cantando, o estudiando, o jugando al ajedrez. O todo a la vez. Ahora y aquí mismo. O en casa del vecino. O en la universidad. O en mi ciudad natal. O en todas partes a la vez.

Cada vez que tú o tu destino tomáis una decisión, el camino se bifurca y las probabilidades se multiplican. Existe una realidad para cada una de las posibilidades de tu vida. Todo lo que no fuiste sí que lo fuiste y lo eres, y también lo serás. Hay una infinidad de probabilidades para ello. Hay una infinidad de probabilidades para todo.

En algún tiempo, en algún lugar, el mundo no está maldito. En algún tiempo, en algún lugar, todo tiene sentido. En algún tiempo, en algún lugar, mis sueños se han cumplido.

En algún tiempo, en algún lugar, ella todavía piensa en mí.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Simplemente genial... parecerá una gilipollez, pero es un texto precioso.

Raquel

D dijo...

Gracias Rach =)

Anónimo dijo...

Buen texto, si señor.
Por cierto, hablando del destino y sus posibilidades ... has leido Dune?

Creo que te gustaria, pequeño Kwisatz Haderach ... jejeje.

Un placer leerte.

D dijo...

No lo he leído, pero lo conozco. He visto la película además.

Dicho esto pliego el espacio y me marcho \uu/

Anónimo dijo...

Pero la peli no mola, lo que mola son las novelas!

P.D.: A que soy bastante plasta? XD

Un saludo!

D dijo...

Ya me imagino que lo que mola son las novelas, pero no doy a basto con todo lo que tengo en la Cola Para Leer xD

Y ni siquiera tengo tiempo para leer...

PD: Tú tranqui, cuanto mayor sea el número de comentarios, más me crecerá el ego xD

Anónimo dijo...

Un magnífico texto aunque, a pesar de parecer un quejica sin causa, hay una cosa que no me ha gustado en como lo has dicho.

"Probabilidad infinita" me suena mal, igual es por todo lo que me han jodido con las asignaturas de probabilidad(y tener que repetirlas por suspender, XDD) pero me duele al leerlo. Una probabilidad nunca puede ser infinita, ha de ser un número concreto, contable. Aunque está claro el significado que le das. Yo creo que hubiera quedado mejor "se puede dar infinitas veces", o no se, tampoco es que sea bueno escribiendo.

Y, complentando este comentario(kreo k seré el tío k más se keja de tus entradas, y eso k me gustan :P) la probabilidad de vida inteligente fuera del planeta, o de que exista un número infinito de razas... es 0, según la probabilidad no deberíamos de existir. xDD. Larga vida a la probabilidad que nos vio nacer, xDD.

Sigue escribiendo que estas entradas me encantan.

D dijo...

No me remitas a una ley matemática que desconozco sin explicármela, porque entonces obviamente te ignoraré.

De todos modos, cuando escribo, no lo hago pensando numéricamente, sino conceptualmente. Si el tiempo y el espacio son infinitos, entonces todo es infinito.

PD: Gracias por comentar, lo aprecio mucho.

Anónimo dijo...

Tremendo texto, sí señor!

Hay demasiadas cosas relativa (por no decir que todo lo es). No existe niguna verdad única. Pero la pregunat sería, ¿existe una verdad?

La verdad es simplemente aquello que nosotros creemos que es cierto, y por tanto hay infinitas verdades...

Cada una para una pesona. Si pensasemos que NO existe vida fuera de este planeta, no tendría sentido decir que la verdades son infinitas, pero puesto que consideramos que el espacio es infinito, y consideramos que hay infinitas posibilidades de que existan infinitos planetas, en infinitos sistemas solares, en infinitas galaxias con personas, que serían también infinitas. Las verdades son también infinitas.

Una vez me dijeron (creo que fue en la clase de matmáticas): La prueba más fiable de que existe vida fuera de nuestro planeta, y que además es más inteligente que nosotros, es que no han intendo tener contacto con nosotrso (perdón por la rebundancia...).

Y volviendo a los infitos, igual que hemos llegado a esa conclusión con las verdades, se podría hacer con muchas otras cosas. Pero a pesar de esto, ¿y si el universo tuviese fin? ¿y si fuera de este simplemente estuviese la nada? pero la nada absoluta, esa que a nosotros no es imposible de iamginar.

Porque, si bien el infinito es un concepto complicado de imaginar, el de nada lo es todavía más.

¿Por qué cuando decimos nada pensamos automaticamente en un lugar todo negro o todo blanco o del color que sea? Pero lo pintamos de algún color, porque no podemos imagianarnos la nada.

Lo ciegos tal vez lo tengan más fácil.

Esa es otra, siempre pensamos que los ciegos ven las cosas negras, pero nos equivocamos.

Los ciegos ven con los ojos lo mismo que nosotros con los codos.

NADA.

Y podríamos hablar durante un tiempo ilimitado en un lugar que no existe sobre problemas que jamás llegaremo a comprender. Simplemente por el mero placer de complicarnos la vida un poco más.

Porque en el fondo y aunque digamos que no, nos gusta complicarnos la vida.

Porque he dicho estas cosas, pues no lo sé, es lo que pasa cuando una se pone a escribir y no tiene muy claro lo que va a decir, no tiene muy claro a donde quiere llegar, simplemente va relacionando las ideas unas con otras.

Ideas que si las comparas no tendrán, posiblemente, nada que ver unas con otras.

Y lo dejo, que ya está bien por hoy....


Por cierto he llegado hasta aquí desde el blog de Ana.

besikos!

Sara.

Anónimo dijo...

Me parece un texto maravilloso , aunque no me convence del todo. Nuestro universo ( desde el big bang) no es INFINITO. Existen aproximaciones( tal vez muy alejadas de la realidad) pero esas aproximaciones son el fruto de un rigor cientifico. Si nos salimos de nuestro universo es posible que el concepto de INFINITO empiece a tener cieta logica. Repito nuestro universo no es INFINITO , teoricamente si recorriramos el universo linealmente hasta llegar a un final volveriamos a donde empezamos, lo podria comparar al recorrido de un hormiga a traves de una pelota cualquiera, en algun momento regresaria el punto de partida.

Anónimo dijo...

Con respecto a los universos paralelos, a mi manera de ver las cosas me parece que son el resultado de una charlataneria pseudocientifica. La idea de universos paralelos me retuerce.Acaso en un universo paralelos estoy escribiendo este texto en japones? y en otro te estoy insultando? y en caso de ser reales , en que fragmento del tiempo comienza un universo paralelo?

Anónimo dijo...

El peligro de tus implicaciones se debe a la falta de rigor cientifico y a tu propia interpretacion de la realidad. Claramente acabas tu texto diciendo que en algun lugar ella todavia piensa en ti. No dudo que seas brillante pero creo que tu razonamiento gira entorno a una racionalizacion inconciente. Quieres creer que ella sigue estando contigo en un universo paralelo y tu propio mecanismo de defensa te hace llegar a estas conclusiones. Evidentemente hay mas factores que te hacen llegar a ellas , y las entiendo, pero creo que existen paradigmas existenciales con muchas mas bases y puntos de discusion que "universos paralelos" te recomiendo que busques en google a KEITH MAYES