jueves, 8 de febrero de 2007

La mente en blanco

Últimamente ha llovido mucho. Me gusta la lluvia. Me gusta observarla. Me gusta oírla, olerla, sentirla e incluso saborearla. Hace un par de días me encontraba bajo la lluvia, de camino a casa, poco antes del amanecer. No tenía paraguas, pero andaba despacio. Sentía como si estuviera siendo testigo de un acontecimiento muy importante. Monumental. La lluvia ha recorrido el planeta desde el momento en que nació. Ha sido la canción de cuna que lo ha aplacado durante todo este tiempo. Ahora, el planeta se ha hecho mayor y parece que la repudie. La mayor parte de la gente la repudia. Pero, en el fondo, es primordial para la supervivencia del medio ambiente. La fría calidez de su melodía sigue arrullando el espíritu de quien la escucha. Si vagas bajo la lluvia, el eco de su música te envuelve y rebota en tu mente, generando en su interior unas armonías que se elevan por encima del pensamiento y lo sumerge en un bálsamo de serenidad antediluviana. Cierras los ojos y te parece vislumbrar la respuesta a todas las preguntas. Te sientes empequeñecer, ante las dimensiones del fenómeno natural que tan acostumbrado estabas a ver. Te sientes un espectador, y empequeñeces hasta el punto de sentirte desaparecer. La lluvia tiene un efecto sedante. Puede otorgar el placer de dejar la mente en blanco. Te ayuda a escapar. Te ayuda a no pensar.
¿Qué es el pez cuando no quiere nadar? ¿Qué es el águila si se niega a volar? ¿Qué es el ser humano cuando reniega del pensamiento? Tras la ruptura con mi antigua pareja, he tratado de huir del dolor refugiándome en la actividad contínua. He retomado viejos proyectos y he iniciado otros nuevos, además de planear todavía más que aún están por llegar. Me sobreexijo con tal de no caer en la depresión total. También ayudan los amigos, a los que he comenzado a apreciar más desde lo ocurrido, y que me ayudan a esquivar mi consciencia manteniéndome activo al socializarme con ellos, especialmente mis nuevos amigos de la facultad, que son con los que más contacto tengo últimamente. Pero en el fondo sé que ahora estoy completamente solo, de modo que mi autoestima, a lo largo del día, asciende y desciende como una montaña rusa sobre una falla tectónica. Y no en vano termina el trayecto abajo del todo, porque en el oscuro silencio de la noche acecha el pasado, y el muy traidor apuñala los nervios por la espalda.
Ella dijo que recuperaría mis ilusiones. Que las ilusiones siempre se recuperan. No es cierto.
Es verdad que mis sueños son lo único que me mantiene pegado aún a este mundo de mentiras, pero ya no son ilusiones. Se han convertido en necesidades, en lo único mediante lo cual puedo seguir viviendo. Ya no me ilusiona nada, en realidad. Ni siquiera puedo decir que haya estado contento ni un solo segundo desde hace más de dos meses. He podido estar más o menos activo, más o menos comunicativo, pero no contento. Nunca más. Porque desde entonces hay algo en el fondo de mi consciencia que empaña mis emociones. Desde entonces nada me importa mucho. Y mucho me importa nada.
Tal y como he dicho, mi subconsciente me impulsa a mantener la mente en blanco, ocupada, de espaldas a la verdad más cercana a mí. La verdad más lacerante. Pero siempre he sido un cabezota, y también curioso, y también me han gustado siempre los desafíos. Así que intento conservar mis principios y afrontar esa verdad que fragmenta mi corazón y mi mente, para no caer en la vanidad y en la debilidad de dejarme llevar. Dejarse llevar y no pensar es lo que ha convertido a la humanidad en un pozo de miseria.
Los animales están sometidos a las leyes de la naturaleza, y el ser humano lo estuvo hasta que comenzó a organizarse. Demostró su ingenio al construir una sociedad con sus propias leyes y estatutos, a partir del cuestionamiento y la corrección de la naturaleza. Ahora, la mayor parte de la humanidad se somete a estas leyes como los animales a la naturaleza, sin cuestionarse si están bien estipuladas o no. Simplemente se adapta a ellas, demostrando que la característica principal del ser humano no es el ingenio, sino la capacidad de adaptación. Así, los principios de toda la humanidad se encauzan en los de los creadores de esas leyes y se pudren en el estancamiento. Y entonces la humanidad atiende como si fueran universales unas leyes que no son más que directrices arcaicas de dudosa ética. El que está encerrado en un manicomio es un demente, y por lo tanto está enfermo, y por lo tanto dice cosas sin sentido; tan seguro como que si me tiro por la ventana caeré hacia el suelo. Quizá el que está encerrado en el manicomio tan sólo ha visto cosas más allá de esas leyes estipuladas por los hombres y ha hablado sobre su cuestionabilidad, pero como para casi todo el mundo esto es equivalente a dudar de la fuerza de la gravedad, es tachado de enfermo.
La humanidad es la salvaje especie animal de la ciudad. La gran mayoría está tan pendiente de que sus valores correspondan a los de todos los demás que no es capaz de escuchar la melodía que cae desde las nubes. La mayoría de la humanidad no puede sentir cómo la lluvia purifica su mente y la deja en blanco durante un instante de tranquilidad primigenia, porque de todas formas la mayoría de la humanidad tiene siempre la mente en blanco.
Y todo por huir del dolor.




4 comentarios:

Anónimo dijo...

Aquí, por desgracia, llueve tan poco...

Enhorabuena por el texto; un 10, como siempre.

Anónimo dijo...

Hacía tiempo que mi ser no sentía verdadera tristeza al leer algo. Desconocía tu habilidad en la escritura, te expresas fantasticamente.

D dijo...

Gracias a los dos. A veces necesito palabras como esas para seguir adelante.

tonia dijo...

he estado ivestigando lo que habias escrito en fechas anteriores(soy muy curiosa),y bueno,ya se que esto es de febrero y a pasado mucho tiempo pero aun asi queria decirte lo que opino sobre esta historia,que por cierto me a gustado especialmente,en parte por su carga emocional y por otro lado pienso que tienes una forma de narrar muy inteligente y muy bonita,esta concretamente creo que tiene mucha sensibilidad y tristeza.espero que jamas consigamos ser todos tan semejantes porque aunque muchos piensen que seria lo mejor y puede que fuera rozar la perfeccion del mundo en que vivimos segun muchos,para mi seria catastrofico porque creo que nuestro espiritu y nuestra mente nos hace ser diferentes y especiales y para mi esa semejanza seria como una especie de muerte interior.por cierto,a mi siempre me a gustado mucho mojarme bajo la lluvia,de pequeña me encantaba caminar bajo la lluvia,siempre lo he encontrado refrescante y muy agradable,igual parece que estoy loca o eso pensaria la mayoria.bueno no me enrollo mas que ademas siempre se me ha dado muy mal expresarme con la escritura.